Dos brujas Pablo Correa
Dos brujas
Pablo Correa
Una rama después de la tormenta
parece no dejarnos continuar
Rosario Blefari “Nunca”
El otoño había acumulado las hojas de los árboles en el cordón de la vereda y no dejaban correr el agua de la lluvia. El agua tiene un color amarronado y despide un leve olor a alcohol, a putrefacción y soledad, mientras el sol apenas asomaba por entre las nubes grises.
Hay un antiguo bar que queda en la esquina de avenida de Mayo y Perú. En ese bar hay una mesa reservada para la vuelta de Cortazar, con un cenicero y un cigarrillo. Supuestamente en esa mesa del bar escribió “Los premios” y para fumar hay mesas en la vereda, porque ya no se puede adentro salvó que uno sea Julio Cortázar.
En esta mañana vacía de otoño podemos ver a una señora distinguida caída en la desgracia que es traída por los años en una de esas mesas. Lleva puesto un abrigo de pana color gris, la acompañaba un pequeño gato negro y unos cigarrillos que fuma con boquilla mientras observaba a la gente ir y venir con la misma curiosidad que pondria un entomologo en una repugnante colonia de insectos.
Aquí un viejo intelectual que se ha vuelto bruto a fuerza de memorizar axiomas en latin sin comprenderlos, allí un taxista que hace gala de su masculinidad para esconder sus verdaderos deseos y más allá un joven bohemio que finge estar enamorado para cautivar a una jovencita que abandonará a la mañana siguiente.
Mientras tanto, por sobre Perú viene avanzando una sombra gigantesca que es proyectada por una pequeña anciana. La envuelve una niebla de desesperanza que aunque no se puede ver es de color verde, aunque no se siente al tacto da la sensacion de grasa putrefacta y aunque no se puede oler huele a la humedad de un nicho en un cementerio abandonado. El único que pudo percibir la niebla fue Erdosain y se volvió loco.
Va vestida con distintos harapos, un sobretodo hecho jirones y los restos de lo que pareciera un vestido negro. La cara llena de pústulas y grandes verrugas coronando una enorme nariz. Va empujando un carrito de supermercado atiborrado de mil cosas: papeles viejos y sucios, botellas de vino vacías y frascos llenos de cosas repugnantes.
Avanza lentamente hacia el café, un paso tras otro sin pausa pero lentamente, como suelen hacerlo los emisarios de la destrucción. Se dirige a la señora y a su gato. Y con una voz hueca y profunda dice -¿Cuando volveremos a reunirnos las tres en medio del trueno, de los relámpagos o de la lluvia? -¡Acaso te volviste loca anciana!- la señora y su gato la interrumpen- ¡El hechizo solo funciona si somos tres! -Perdón madre -dice la anciana mientras se sienta - ¡Es que hace siglos no somos tres! Tenía que intentarlo.
Mientras acaricia a su gato, la señora que desde ahora llamaremos madre le dice: - ¡Hécate ! ¡La triple diosa nos aniquilaría de inmediato por tal blasfemia!- y le lanza la mirada severa de quien reprende a una niña.
La anciana se encoge en su asiento - madre… ¿sabés que se me echó a perder el último pulgar de un ahorcado?... Ya me estoy… no sé cuándo volveré a conseguir otro ahorcado para sacarle los pulgares.- hundió la cabeza entre los brazos y empezó a llorar sobre la mesa.
-Pero viejita tonta- dijo madre mientras le acariciaba la cabeza- iremos a una pensión o al calabozo de una comisaría, abundan los ahorcados en Buenos Aires…- la anciana la interrumpió- Claro que abundan, pero tienen que ser inocentes condenados por la justicia. No sirve cualquiera- Luego metió su mano en el carrito desvencijado sacando un frasco inmundo- este era el negro Pablo ¿Acaso te acuerdas de el? La madre meneó la cabeza negativamente, mientras la anciana siguió con su relato sin verla - ¡Que hermosa cadena de canalladas le dieron muerte! Todos los males se conjuraron para matarlo ¡Que poderoso dedo!
Las dos se quedaron en silencio, mientras una recordaba y la otra pensaba. El taxista buscaba su llave cruz para golpear a un colectivero, el viejo intelectual buscaba vanamente en su memoria una frase del General Perón que le atribuía a Socrates y el joven intentaba desprender un botón de la blusa de la inocente joven.
La primera en romper el silencio fue la madre: -¿Para qué mierda querés volver? ¿Vamos a convencer a las madres de envenenar y enfermar a sus hijos? ya existen personas que no quieren vacunarlos, enfermando y matando a sus hijos y a los ajenos. La anciana solo respondió -El negro Pablo grito clemencia desde el cadalso, su llanto hubiera conmovido a las mismisimas rocas ¿Quien era el que gobernaba?
Rivadavia, Rosas o Roca… no me acuerdo… ¡Ah sí! Roca… ¿o era Rosas? No, seguro era Rivadavia. Lo colgaron acá nomás
La madre siguió diciendo -¿Que nuevo mal podemos abatir sobres los hombres? ¿Nos vamos a presentar frente a un oficinista anunciándole la gerencia? ¿Vamos a anunciarle que los hijos de su mejor amigo serán los jefes de los suyos?- la anciana solo la contempló en silencio un largo rato…
Mientras el viejo intelectual se ufanaba de sí mismo en una charla telefónica con una radio, el taxista limpiaba la sangre de una llave cruz y la joven inocente era abandonada perdiendo su ingenuidad. La anciana exhaló brevemente y el aroma entre ácido y dulzón de su aliento recorrió la calle y con un gesto de resignación dijo -y mañana, y mañana se arrastra con paso mezquino día tras día hasta la sílaba final del tiempo escrito, y la luz de todo nuestro ayer guió a los necios hacia el polvo de la muerte…
El gato se acurrucó en la silla, dio un pequeño bostezo y un viento helado levantó las hojas que aún quedaban en la calle. En ese momento la pequeña joven cruza la calle Rivadavia llorando con los brazos entrecruzados como quien carga una pena muy profunda.
La madre mira de reojo a la anciana, se le esboza media sonrisa en el rostro y dice como para si misma -Solo me da pena que el resto del negro Pablo se desperdicie, no han terminado de pagar todo el mal que hicieron… - Se acerca a la joven, la abraza, la sienta en su mesa y le dice muy suavemente con una voz que se confunde con los sonidos de la ciudad -Este dolor que sientes podemos transformarlo en venganza, en lluvia que caerá de los cielos arrastrando al mundo hacia tu dolor, si tomas un café con nosotras.
~ Fin ~
Comentarios
Publicar un comentario