Shemu, Akhet y Peret o la historia ancestral de los gatos.

Shemu, Akhet y Peret o la historia ancestral de los gatos.

Pablo Correa


Mi gato me pidió que abriera la ventana para entrar, después de varios intentos de dormir sobre mi teclado e intentar sobre mis cuadernos espiralados llenos de mate, café y mugre. Se fue a acostar en mi regazo.


No se por que a todos los que nos gusta escribir, nos gusta hacerlo de noche, es como si nos llegara una melodía muy vieja y querida. Eso nos hace compañeros de los gatos.

 

Mi gato eligió un nombre, a él le gustó el nombre Tigro. Porque él acepta o rechaza, todo se hace según sus términos. Mientras intenta acomodarse mejor y me clava sus garras en las piernas, empieza a contar su historia:


Antes que los gatos estuviéramos divididos en distintos clanes como el clan naranja o el gris y negro, hermandades como la hermandad de los negros o la sororidad tricolor, o sindicatos como el sindicato de libreros o el sindicato anarquista del jardin botanico. Los gatos vivíamos en soledad y el valle no tenía secretos para nosotros. 


Durante el Shemu, la época seca, vagabamos en búsqueda de presas y agua. Durante el Akhet, los meses en donde el nilo crece, cazabamos y engordamos. Durante el Peret, la época en la que se retiraba el río, nos reunimos y contamos nuestras historias.


Salvo el Peret ningún gato se acercaba a otro jamás. Pero todo eso cambió.


Encontrase a un lobo era malo, encontrarse con su hijo bastardo era peor, un perro significaba la presencia de otro animal. Un animal grande del que solo nos habían llegado noticias de su voracidad. 


Durante ese Shemu, los encuentros con perros habían crecido monumentalmente, no había gato que no se hubiera encontrado con uno o varios y no lo hayan intentado cazar. 

A nadie le gusta ser presa, durante Akhet los perros ya habían cazado a varios de los nuestros y ante la nueva amenaza, el peligro de que hubieran hombres alrededor. No esperamos al Peret para reunirnos. Porque si bien era cierto que la tradición era importante, si todos morimos la tradición no tiene ningún sentido. 


Una vez en la asamblea, un grupo tomó la difícil decisión de subir más a la montañas para alejarse lo más posible de la presencia de los hombres, el otro grupo decidió ir acercándose lo más posible al área donde están las presas pero sin tener contacto con los perros, ni mucho menos con los humanos.


Había pasado un Shemu, un Akhet y un Peret más. Y ese Peret los gatos éramos muchos menos que los años anteriores, todavía seguíamos viviendo en nuestro hogar, aunque cada vez había menos presas.


El Shemu que lo siguió, fue la peor época seca de la que se haya tenido memoria. Algunos de los nuestros se empezaron a acercar a un lugar nuevo. Estrictamente no era un lugar nuevo, a los márgenes del nilo empezaron a aparecer grandes campos de trigo, cebada, legumbres, etc. y en esos campos habían perros, pero mas que nada hombres. 


El huir de los perros cada vez fue más difícil, pero en los campos de trigo y cebada la cantidad de ratones valía la pena cualquier riesgo. Con el paso de los meses la cantidad de ratones empezó a mermar en el campo. Pero como contracara, había cada vez más en las cercanías donde viven los humanos y el hambre otra vez empezó a golpear a nuestra comunidad.


El Akhet siguiente los gatos viejos se reunieron en círculo, tras tres días de hambre y muchos otros de mala caza, era hora de volver a decidir si quedarse en el valle o subir a las montañas como sus primos y dejar el valle para siempre.


La votación estaba pareja hasta que tres gatos jóvenes llegaron al centro del círculo. Uno de ellos llegó con un ratón en la boca, ante la sorpresa de todos. Los gatos jóvenes contaron que se encontraban cazando en el trigal cuando se toparon con una mujer. La mujer en vez de gritar, atacarlos o llamar a los perros se puso a bailar de felicidad. Resulta que los humanos toman como señal de abundancia encontrar a un gato con un ratón en la boca. 


Frente a la adversidad los gatos tuvimos que elegir entre morir o perder el miedo a los humanos. Así fue como los gatos tomamos la decisión de ir acercándonos cada vez más, en especial a las mujeres, y fuimos entrando primero a los silos, luego a los almacenes y por último a los hogares persiguiendo ratones.


Una vez dentro del hogar, fuimos ganándonos la confianza de los hombres y con ellos navegamos primero a través del Nilo, luego a través del mar y donde un humano posara su pie, una garra de gato lo seguiría. Siempre sin pedir permiso, siempre en las condiciones que dicta el gato. 


Hay noches en las que los gatos solemos contar está historia, si las constelaciones están en el lugar correcto y el que escucha tiene el corazón en el lugar indicado.


            Luego Tigro se incorporó, se lamió la panza como todo buen gato y me pidió salir por la ventana. Yo me quedé mirando cómo salía hacia la caza nocturna, o tal vez a reunirse con su clan, o simplemente a vagar por ahí.


~Fin ~


Cuento basado en “Y los gatos. ¿Qué sabemos de su domesticación? Valadez, Raúl. (2003).

Universidad Nacional Autónoma de México

 


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